A inicios de octubre es de todos sabido que hubo una caída masiva de los servicios de Facebook y según un ejecutivo de Chartbeat (datos de tráfico web), las visitas a sitios de noticias aumentó considerablemente. Según nuestros propios datos en algunos medios de comunicación a los que tenemos acceso en sus estadísticas, coincide. No fue un crecimiento significativo pero sí marcó, sobre todo en visitas que vinieron de otras fuentes como Twitter y en menor medida de Telegram y correo electrónico.
Esto viene a cuento porque estas plataformas aparte de usarse para socializar, se utilizan como una plataforma de comercio. En nuestro país se hicieron famosos las “nenis”, comerciantes emprendedoras de lo que sea por anunciar sus productos en Facebook, WhatsApp y cualquier red que lo permita, para generar un ingreso. Así, aunque se ha contabilizado el monto que perdió la empresa de Mark Zuckerberg durante esas horas, no hay forma de contabilizar lo que los usuarios dejaron de percibir. Además hubo afectación del segmento de profesionales que se dedican a hacer publicidad principalmente en Facebook, los famosos “community manager”, aquellas personas que ejecutan la planeación de las áreas comerciales y de mercadotecnia de empresas, sin importar el tamaño, que han hecho de estas redes un escaparate para anunciar sus productos y servicios, además de negocios dedicados completamente a la publicidad digital. Con la eventualidad, se quedaron sin actividad por lo menos unas horas.
Este tipo de publicidad, fue una respuesta a la publicidad tradicional de una sola dirección, donde los anunciantes utilizan radio, televisión o medios impresos para anunciarse, sin una retroalimentación inmediata de los resultados de su campaña publicitaria, tal como sucede con la digital, que es en ambas direcciones. El problema con la publicidad digital, es que unas pocas empresas se apoderaron del mercado: son Google y Facebook los principales beneficiados, segmentando las audiencias de contenidos que NO generan, para entonces ofrecer a los negocios que requieren llegar a tales objetivos de mercado.
El problema con esta publicidad efectuada mayormente en unas cuantas redes muy específicas, es que no hay una certeza de que la inversión publicitaria tenga un impacto real. Según la Federación Mundial de Anunciantes (WFA), hay hasta un 88% de clicks fraudulentos en campañas publicitarias en redes sociales: robots y granjas de servidores que inflan estadísticas para hacer creer al anunciante que su publicidad llega a determinado número de personas, que ven sus mensajes o que son un prospecto real. Es cierto que para muchos negocios las redes sociales son la mejor opción por facilidad de uso, pero para otros no es sino tirar el dinero a un barril sin fondo y un negocio no vive de “likes”, sino de consumidores reales.
Para quienes generan contenido y ofrecen productos y servicios también es un problema la dependencia tecnológica, lo recomendable es probar la publicidad tradicional y si bien es necesario seguir con presencia en las redes sociales, no dejar de lado tener su propia página web. En un mundo ideal para nosotros los consumidores, los servicios de música (Spotify, Youtube), películas (HBO, Netflix, Disney+) serían gratuitos, pero se debe pagar a toda la gente que hace posible la idea, producto o servicio para nuestro disfrute. Lo complicado es encontrar un balance entre la comodidad para quien consume el contenido y los espacios y frecuencia de anuncios. ¿Estaremos ante un cambio en la forma de hacer publicidad?